EN PLAYA RABIOSA
Cuando
mira la mar arrebolada
siente
una extraña asociación
con
el gesto cambiante
de
la naturaleza de las aguas
y
del relieve de la costa.
A
veces se ha sentido fuerte,
igual
que una colina
expuesta
al aire
y
a los rigores del tiempo
que
mantiene su esencia
a
pesar de la lenta erosión
de
sus laderas.
O
firme como un mástil
que
estuviese siempre en su sitio
para
demostrar su valor
frente
a la tempestad.
En
otras ocasiones,
ha
evidenciado la debilidad
del
hombre que se siente exhausto
por
luchar sin cuartel
en
la tierra de las adversidades.
En
los momentos más difíciles
se
ha comportado como el mimbre
del
árbol expuesto a merced del aire,
con
todos los frentes abiertos
y
sin tregua posible,
en
una lucha permanente
contra
las inclemencias de la vida.
Siempre
ha tenido que adaptarse
a
las dificultades
sacando
de donde no había,
superando
lo insuperable,
convirtiendo
en virtud
la
flaqueza de un luchador,
o
templando su ánimo
para
intentar vencer en otro día.
Pero
en la vida
como
en la mar arrebolada,
todo
cambia hacia otra forma,
hacia
otro sentido de la realidad,
hacia
otra dimensión de las cosas.
Y
lo hace en cualquier instante
desde
el todo a la nada,
desde
la nada al todo,
igual
que una ola vespertina
o
un puñado de arena
cambian
su presencia en el mundo
sin
que nadie pueda evitarlo.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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