ROCA Y TIEMPO
Cerca
de los acantilados
que
hay a las faldas del castillo
que
vigila Terreros,
hay
una roca erosionada
en
la que el tiempo ha jugado
a
cambiar su relieve.
Sentado
en esa roca
que
parece poseer toda la magia
que
el aire de los siglos
ha
cincelado en su relieve,
un
hombre se pregunta
por
todo lo que haría si fuese amo
del
poder que domina el universo.
Si
pudiera elevarse
por
encima de su figura,
treparía
por una escala
hecha
de días y de noches
hasta
el confín del cosmos
para
cambiar los hechos
que
tanto ha sufrido
y
que han marcado
parte
de su existencia.
Pero
si los vientos del tiempo
hubiesen
sido más propicios
a
crear un entorno menos duro,
no
hubiese sido un luchador
a
pecho descubierto
contra
la adversidad,
un
hombre hecho a sí mismo
como
única verdad posible,
y
todo habría sido diferente.
Por
eso, si pudiera tener
la
llave de los mundos paralelos,
viajaría
en el tiempo
hasta
su tierra en los años sesenta
y
allí volvería a escuchar
la
música del viento
entre
los visillos de la tarde,
el
aleteo de los gorriones
entre
las ramas y los frutos
de
los almendros de su infancia
o
el sonido del silencio
como
un milagro del pasado.
Y
si también pudiese
cambiar
aquel entorno
que
le obligó a crecer muy rápido
y
a afrontar lo que no comprendía
cuando
aún era un niño inocente,
lo
haría sin renunciar a lo que es,
aunque
hoy no fuese el mismo
que
es capaz de hacer con su dolor
un
salmo de esperanza
para
otras personas que sufren
en
cualquier rincón de la Tierra.
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