UNA TARDE CUALQUIERA
Los
remos de su barco
acarician
el agua
buscando
en la luz su destino
como
lo hace el mar tras el horizonte.
Con
cada impulso
para
mover los remos
toma
aire y busca una palabra
que
navegue las olas
igual
que sus proyectos
en
el devenir de los días.
Desea
que se cumpla al menos uno
de
los sueños que permanecen
en
la lista de irrenunciables
desde
hace muchos años.
Busca
los nexos que unen sus palabras
con
la ambigua textura
de
la realidad.
Traza
coordenadas
sobre
un mapa de luz
y
marca el rumbo de su barco.
Desea
descubrir las claves del presente
que
a menudo se ocultan
entre
el polvo de sus latidos
y
la dinámica del tiempo
para
no perder la mirada
que
busca la verdad en cada gesto.
Se
siente complacido
con
mirar la luz de la tarde
sobre
el Mediterráneo,
con
ver el espejo del cosmos
que
transforma el horizonte
en
crisol de reflejos,
y
con poder acariciar el agua
cuando
su mano peina el oleaje.
Se
adentra en el mar
mientras
un viento de ilusión
empuja
la popa de su barco
como
una canción de Pink Floyd
que
fuese derribando
los
muros del silencio.
Y
como cualquier tarde,
cierra
los ojos
para
mirar con claridad
el
color de todas las cosas.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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