DESDE EL JARDÍN ROMANO
La
mañana posee la ternura
de
un sol tibio y sereno
que
acaricia el paisaje
donde
descansan los jardines
con
motivos romanos
cerca
del laberinto de cipreses.
Hoy
no va a contemplar
los
almendros en flor que trae enero
con
sus últimos días,
ni
va a observar el color blanco
que
reviste sus pétalos
con
el símbolo de la paz,
ni
va a mirar los brotes nuevos
con
que el tiempo regala
la
luz de la pureza
al
árbol que nutrió su infancia
con
la textura de sus frutos.
Hoy
no se siente con la fuerza necesaria
para
asumir el sufrimiento
que
la vida le puso por delante,
ni
va a hurgar en las raíces
del
dolor que ha sentido,
ni
siquiera va a mostrar su orgullo
por
haber resistido a las tormentas
de
la voracidad del tiempo.
Hoy,
tan solo quiere pedir
a
su imaginación
que
haga crecer, en una tierra virgen,
la
semilla perenne de un almendro
del
que nazca la luz
como
una fuente iridiscente
con
los colores de la vida.
Hoy
quiere alimentar ese almendro
con
la fuerza de sus palabras
para
que de sus brotes
nazca
una flor
con
la bondad de la esperanza.
Y
dejará para mañana
la
recolecta de sus frutos
para
que sirvan de alimento
a
quienes aman la belleza.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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