VENTANA
A LA CITY
A
través del cristal de su ventana
puede
observar las hojas
que
cuelgan de los eucaliptos
como
pequeñas láminas verdosas
que
acarician el aire
con
sus formas armónicas.
En
el interior de esas hojas
cree
ver parte de su desconcierto,
de
su ansiedad,
del
mal estar acumulado
en
las obligaciones laborales.
Un
impulso sin lógica
lo
incita a romper el cristal,
asomar
la cabeza al mundo
como
un ariete de palabras,
gritar
por la ventana
como
un loco poseso
que
desea ser libre
para
dejar que fluya su armonía
con
la naturaleza
y
se imponga la templanza
de
un hombre nuevo.
Se
tranquiliza su ánimo
con
un instante de cordura.
Ya
sabe que al final todo confluye
en
la lógica de los tiempos.
Convencería
al mundo
de
la necesidad de sublevarse
en
contra de todas las imposiciones
que
dejan la esencia del tiempo
en
manos del trabajo
y
de las escaleras sin final
que
se alzan en todas las ciudades.
Pero
tan solo puede sublevarse
contra
su propia reja,
esa
que le mantiene esclavo
de
un ritmo frenético
para
poder ganarse su posada
y
la posibilidad de mirar
las
hojas de los eucaliptos
cuando
nadie lo observa.
Desde
sus ventanales,
también
se ve la City,
sus
enormes rascacielos
que
penetran las nubes
como
cuchillos afilados
para
cortar el aire de los pobres,
y
la respiración de los cautivos
en
la ciudad de los mercados.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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