PLAZA DE LAS TRES CULTURAS
Todo
su cuerpo se estremece
con
un temblor antiguo
cuando
observa la Plaza
que
llaman de las Tres Culturas
porque
sus edificios simbolizan
tres
etapas de la historia de México.
Ante
sus ojos tiene el escenario
que
une el dolor, la muerte
y
los gritos de libertad,
con
el lejano nacimiento
de
un gran pueblo mestizo.
En
un solo lugar de piedra y de aire
hay
un dramático laberinto
donde
se viaja por los años
hasta
el mercado de los mexicas,
la
iglesia del periodo colonial,
o
los sucesos del sesenta y ocho.
Camina
mientras piensa
en
el paralelismo de este espacio
con
lo que es su propia experiencia.
Recorre
el laberinto de su vida
dejando
tras de sí un hilo indeleble
tan
débil como su fortaleza,
tan
inmaterial como la memoria.
Va
hilando el dibujo de un rostro
que
enhebran los anhelos,
las
amargas derrotas
y
algunos instantes de dicha.
Va
cubriéndolo todo
una
tela de araña
que
atrapa sus vivencias
en
un tiempo ya extinguido.
Se
ve preso en la red
de
la supervivencia
como
una mosca
que
muestra su verdad
ante
los ojos
de
la tarántula del tiempo,
ese
depredador terrible
que
se mofa de sus palabras
mientras
afila el aguijón.
Intenta
seguir adelante
y
siempre está al inicio
de
un sendero que se bifurca
delante
de sus pies.
No
encuentra las señales
que
le saquen del laberinto
en
que se ha convertido su existencia.
Ha
de seguir luchando
en
un lugar del que solo la muerte
puede
enseñarle la salida
una
décima de segundo antes
de
que descubra la trama
de
la enorme red que lo atrapa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario