UNOS
Y OTROS
Durante
más de cuatro décadas,
una
sombra grisácea
envolvió
los paisajes de los bosques
sin
que la luz pudiese
detenerse
en los ojos
de
quienes amaban los versos.
Y
muchos asumieron que no podían ser
completamente
libres
para
poder crear sus poemas.
Renunciaron
a todo
y
se perdieron en la bruma.
Algunos
lo intentaron
porque
las palabras llamaban a sus puertas
con
la insistencia
de
la necesidad por decir algo
que
les ubicase en el mundo.
Unos
habían sido labradores,
hijos
de la pobreza
y
de la esclavitud,
pero
aprendieron las palabras
con
las que aproximarse a todo lo que sentían.
Los
hubo con coraje
para
hurgar en lo abstracto
y
burlar la censura,
o
para denunciar las injusticias
y
luchar por su dignidad
desde
otros territorios.
Otros
nacieron en familias
con
recursos sobrados
para
poder decir lo que quisieran
y
no poner en riesgo su futuro.
Tanto
unos como otros,
tenían
enormes diferencias
que
unieron las palabras
y
su necesidad de comunicación.
De
una forma u otra,
todos
ellos querían estar comprometidos
con
la realidad de su época,
poner
pies al tiempo
y
camisa al espacio
para
hablar de la vida,
de
la naturaleza
y
de la condición humana.
Pero
casi ninguno se atrevió
a
dejar volar todos los pájaros
que
habitaban en su alma.
Todos
sabían
que
un dragón de siete cabezas
se
comería los pies del tiempo,
la
camisa y la vida
de
una generación entera.
MARIANO VALVERDE RUIZ (c)
Todos los derechos reservados.
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