APRENDIZ
En
invierno, durante el camino a la escuela,
el
paisaje se convertía en un reto constante
a
mi curiosidad. Observaba mi entorno
y
organizaba el tiempo a mi manera
para
poder tocar todas las rocas,
conocer
cada palmo de tierra, cada árbol,
los
insectos, la vida…
La
inquietud por lo nuevo
se
imponía a la terca realidad
de
una infancia marcada por mis pasos
y
el horizonte del campo lorquino.
Cualquier
cosa servía de experiencia
para
jugar a ser un aprendiz
de
soñador con cara de ignorante.
En
aquellas jornadas de ida y vuelta,
se
definían los temas oníricos
que
escriben los poetas desde siempre
como
signo y bandera de la búsqueda
de
los límites del mundo interior:
una
forma de ver otra realidad.
Aquellas
experiencias, compartidas con aves
de
pardos colores y vivo caminar,
mostraban
mis deseos
de
ser un niño diferente:
alguien
que compartiese sus palabras
con
quienes lo enseñaran a comprender el mundo.
(La intimidad del pardillo)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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