Ahora
que estoy cerca de mis raíces
percibo
en mi costado la caricia del viento:
es
una brisa añeja con formas infantiles
que
toma cuerpo mientras le hablo.
A
pesar de saber que es muy difícil
que
la extraña figura y mi presente
podamos
comprendernos, escucho su salmodia.
La
brisa del pasado
interpreta
modernas melodías
con
arpegios de júbilo,
fluye,
asciende y desciende,
nace
y crece en la luz,
es
ala de libélula morando los recuerdos,
se
aproxima a la raíz
del
personaje que fui o quise ser
y
me cuenta su historia.
La
brisa y yo intentamos construir con nuestro diálogo
una
imagen distinta a la que soy,
un
viejo fotograma
al
que añadimos tonos grises
para
ser consecuentes con la realidad
que
nos tocó vivir aquellos años.
Y
aunque nos entristezcan los recuerdos,
no
renunciamos a nuestros orígenes,
igual
que cualquier planta.
Las
raíces son muy distintas a las hojas
y
más aún a los frutos,
pero
nunca hay cosecha si se arrancan del suelo.
(La intimidad del pardillo)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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