SACRIFICIOS
En
los lugares más visibles
de
los bosques mediáticos,
se
ofrecen sacrificios
al
dios de la vanidad.
Sucede
cuando el tiempo
camina
hacia las sombras
de
la mano silente del crepúsculo.
Se
prepara a las víctimas
para
su minuto de gloria
con
un guion de bruma,
se
recubren con rímel
las
luces de los ojos,
se
decoran los labios de la vida
con
volutas de humo
y
se diseñan escenarios
donde
todo se cambia
a
voluntad del público.
Cuando
comienza el espectáculo,
se
falta a la verdad
con
palabras hirientes,
se
muestran las miserias
o
se invita a bailar un vals
con
las llamas de los infiernos
a
las vivencias de los hombres.
Después,
se vincula la suerte
de
los sacrificados
a
la indulgencia de los espectadores
y
a su sentido estético,
y
se confía en el olvido
para
que cure las heridas
de
los más agraviados
en
el circo mediático.
Aunque
algunos pregonen lo contrario,
nunca
termina el espectáculo
para
disfrute de las masas.
La
voracidad de ese dios,
que
envanece a los hombres,
no
tiene límites,
y
se han de ofrecer nuevos sacrificios
para
que nadie piense,
ni
un segundo tan solo,
que
su propia miseria
forma
parte del espectáculo.
Mariano Valverde Ruiz (c)
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