LA
ESPERANZA DE SER
Esperar
que la vida en nuestro bosque
se
parezca a un don divino
fecundado
de parabienes,
es
pensar en una vieja película
con
múltiples actores de reparto
en
los papeles de los buenos
y
observar a los gánsteres
con
rostros de villanos
comiendo
palomitas en butacas de mimbre,
mientras
nuestro destino
está
en manos del cielo
sin
que podamos evitarlo.
Esperar
que la vida
nos
sirva la fortuna de haber sido
en
bandeja de plata,
es
creer en el argumento
de
una novela negra
en
la que quien persigue al criminal
es
la sombra del muerto
en
su camino hacia la gloria.
Quizá
por eso demos tanto crédito
a
la necesidad de creer en un dios
que
nos dicte lo inexplicable
con
palabras que comprendamos,
que
guarde nuestro miedo a ser sin dejar huella
en
las páginas grises del recuerdo,
que
nos consuele
cuando
nos amilane la zozobra
y
nos libre de los males del mundo.
También
en nuestro bosque
se
persigue el favor del don divino
para
poder soñar la esperanza de ser
cuando
ya no seamos.
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