EL
BOSQUE LITERARIO
Todos
los bosques no son semejantes
a
la definición de la naturaleza
en
estado silvestre,
a
esos territorios donde crecen las plantas
con
las luces del cielo,
el
agua de la vida
y
el germen de la tierra.
Algunos
bosques son muy diferentes
a
ese concepto clásico
por
sus nuevos paisajes,
por
los seres que los habitan,
por
la composición de los elementos
que
les dan forma y contenido.
Pero
en algunas cosas
se
parecen a la vieja dinámica
que
regula la vida en el planeta,
a
las leyes de los más fuertes
y
al rigor ancestral de los cuatro elementos.
En
los bosques humanos,
los
elementos tienen sus espacios
siempre
delimitados por la luz y la sombra,
los
colores de los otoños,
los
frutos carnosos de los veranos,
la
tristeza de los inviernos,
las
flores que ofrecen las primaveras
a
las estelas de los astros
y
a la interpretación de la belleza.
En
ellos se cobijan las raíces de la vida,
los
dioses de lo ignoto
y
los anhelos de los seres
que
luchan por sus sueños.
Pero
lo que define la existencia
del
bosque literario,
es
la libertad absoluta
del
germen creativo,
algo
que no se puede contener
en
ninguna materia,
ni
pueden ocultar las cancelas del aire,
y
donde disfruta a sus anchas
la
luz vertebrada del tiempo.
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