EL VECINO
DE SIMEÓN
Un
invierno de empalizadas
que
ignora el calor de una hoguera,
le
indica que no lo conoce.
La
lealtad a la hiedra que separa las casas
de
hebreos y cristianos,
le
da la condición de vecino distante.
Su
presencia se ha vuelto cómplice
del
bisbiseo de los días.
Un
rumor de Edad Media
corre
por los caminos hacia el mar
con
el edicto de la Corte.
Para
saber que está junto a un hombre como él,
solo
será preciso escuchar sus lamentos,
el
temor por los suyos,
o
la inquietud por el futuro,
notar
una mirada cercana
después
de saludarle en el portón,
disfrutar
de un paseo por las nubes
a
las diez de la noche
o
compartir un vaso de nostalgia
por
todo lo perdido.
Así
podrá llenar las alforjas de su asno
con
palabras de afecto
y
emprender su camino sin rencor.
Tal
vez no sea tarde
para
entender la diferencia,
piensa
el vecino de Simeón.
Pero
en el largo invierno
de
mil cuatrocientos noventa y dos,
cada
hombre cultiva las hiedras
que
necesita para su muralla
con
el poso de su ignorancia.
(Otra realidad)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
El conocimiento evita el miedo a la diferencia.
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