Qué pusiste en mi copa,
algún oscuro embrujo,
la golosina nueva del placer,
o el sabor del recuerdo desleído.
No somos viejos. Tarde o temprano
pondremos
la fecha al desencanto. Finalmente,
las pasiones se aquietan en los labios,
adquieren el vapor del vil destino.
Al igual que una droga,
toman la sangre y mienten mucho.
Quedará la pereza por revivir de nuevo
las mil diapositivas de una verdad deshecha.
O tal vez permanezcan
los recuerdos difusos
de una verdad a medias.
Y serán luz las llagas ya cerradas,
el espacio gris donde habitaremos
cuando no existan tréboles
que deshojar despacio.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio.)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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