lunes, 14 de septiembre de 2015

UN CUENTO EN CAFÉ STEVIA




UN CUENTO EN CAFÉ STEVIA

La tarde que lo vio en el escaparate de la librería Da Vinci, no intuyó que aquel segundo separaría su vida en dos mundos diferentes. Sus ojos regresaban de las nubes que anunciaban un gris amenazante por encima de la Fortaleza del Sol y se posaron en el expositor por curiosidad, para ojear los títulos de las novedades del mes. Era viernes, las noticias la habían puesto sobre aviso de que se acercaba un fin de semana muy frío y pensó que sería ideal para dejarse llevar por las páginas liberadoras de una historia que la alejase de su realidad. Y sin embargo…
Ese fin de semana, las horas fueron pasando al ritmo de los capítulos. Fue de sorpresa en sorpresa. De emoción en emoción. Le estaban hablando a ella, directamente al rincón inconfesable de su alma, al único sitio que era suyo, su refugio, su atalaya… Descubrió el tacto de la piel que había dejado huellas de vida en cada palabra. Le vio con claridad. Y tuvo miedo. Un miedo que se convirtió en angustia al darse cuenta de la terrible hipocresía en que habían transcurrido sus años. Lo que siempre creyó que era amor había sido comodidad, lo que pensó eran encuentros y confianza tan sólo eran un desahogo para seguir caminando. ¿Dónde estaba su verdadera forma de ser? ¿En qué se había convertido? Aquellas palabras la sacudían, la desorientaban, la confundían, y sin embargo, tenían la fuerza necesaria para romper su coraza y dejar aflorar las lágrimas como una escarcha de sentimientos que la dejaba expuesta, permeable, indefensa…
Ya casi al final del libro, recordó algunas palabras que la habían atado a la rutina y condenado a no crecer. Alzó los ojos al frente y los perdió en la distancia. Luego siguió leyendo y las palabras fueron penetrando en su alma como azuladas olas que mansamente construyeron una playa en la que dejar reposar su cuerpo desnudo. En el último párrafo supo que las palabras del final estaban escritas en la pared del Café Stevia, y que, como en un buen cuento, se las lleva el viento mientras su esencia es fortaleza en el aire.
Alguien que había puesto su vida en palabras había conseguido enamorarla sin haberla tocado. Era un ser que había salido desnudo a la calle, exponiéndose a los elementos, sin preocuparse de que otros pudiesen justificar sus propios errores achacándoselos a los demás, y estar entre ellos. Alguien sincero, que era lo que ella más valoraba. Y ahora, en el interior de la cafetería Stevia, con los ojos elevándose otra vez hacia las nubes por la escalera ondulada que sale de la taza, dispuesta a cambiar su rumbo, ve cómo las palabras de su vida pasada se las lleva el viento del olvido tras el café del lunes por la mañana.

RELATOS BREVES
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Mariano Valverde Ruiz ©



               

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