Y tú, que no quisiste escuchar nada,
hoy intentas hablarme. Dices mientras
callo que ya conoces la sombra del almendro,
el sonido del agua dormida en la fontana
y el color de la luz
que viste, de esa paz fraterna, el cuerpo
de alamedas y parques.
Me cuentas que las hojas del olivo
respiran la ternura de quien las acaricia,
que de mis manos: piel, huesos y venas,
no son tan importantes como el escalofrío
que notas cuando no las tienes cerca.
Y lloras, yo sé cómo lloras cuando
acercas tu secreto a mi silencio.
Y tú, que no quisiste escuchar nada,
hoy ya proclamas tristemente todo
cuanto es luz. La verdad posee los ojos
separados por noches de misterio.
Qué bien se sabe, amor, lo que se calla.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio.)
Todos los derechos reservados.
Mariano Valverde Ruiz (c)
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