EN UN HOTEL DE MONTEVIDEO
Aún
tiene impregnado a la piel
el
aroma salvaje
del
agua que se mueve
como
los brazos de su amada
en
la bahía de Montevideo.
Aún
permanece en sus retinas
el
vuelo de las gaviotas
que
rondaban el puerto
danzando
en el aire
al
ritmo de un tango vespertino.
Aún
recuerda el sabor
del
café negro
que
ha disfrutado
en
la misma mesa de San Rafael
en
la que Benedetti
charlaba
sobre la cultura
como
hecho irrenunciable,
o
escribía versos con la pasión
de
un enamorado de la vida.
Aún
no sabe por qué
se
detuvo un instante
en
una tienda de recuerdos
del
Paseo Sarandí
para
intentar comprar buena fortuna
o
vender su nostalgia.
Ahora
está tumbado sobre el lecho
de
una habitación modernista
en
un hotel del barrio
de
Ciudad Vieja
igual
que un invitado del silencio.
Tiene
una copa de vino en la mano,
la
mirada perdida
en
el espejo azul de sus vivencias
y
la memoria abierta
a
un milagro del cosmos.
Observa
el espacio concreto
donde
sus ojos buscan
a
la persona amada
como
un intérprete de tangos
busca
a su pareja de baile.
Espera
el encuentro imprevisto
entre
su mirada y la imagen
que
encarna su deseo.
Intenta
precisar
cuánta
nostalgia se acumula
en
el recuerdo de una caricia
y
en el lento balanceo de sus cuerpos
entre
las notas del último tango
que
bailaron a solas.
Necesita
el contacto con su piel
para
poder seguir viviendo
y
no sabe que a ella
le
sucede lo mismo.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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