LOS
SICARIOS
Ellos
ya saben
que
no pueden pedir un buen vino
con
el menú de oferta
al
que tienen derecho
por
sus servicios.
Se
contentan con agua desalada
con
sabor a medusa
y
toques de alga nori.
Sorben
la sopa
pensando
en el color
de
las delgadas láminas
que
crecen sobre las rocas
expuestas
a los vientos
en
una baja mar cualquiera.
La
renuncia al deseo
de
un caldo de los dioses
desaparece
en sus mentes
con
los últimos céntimos
de
sus salarios.
Son
hombres del imperio,
vagabundos
del bosque
sin
monedas de cambio,
actores
sin escrúpulos
que
cumplen el guion de sus jefes.
Mercenarios
ocasionales
que
esperan su oportunidad
para
segar la vida
y
luego ser bodegas de licores
que
cierran por final de temporada
hasta
que haya nueva cosecha.
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