EL
AFILADOR
Por
caminos y sendas de ganados,
iba
de casa en casa con su silbo oferente,
su
figura grotesca y sus chistes manidos
por
la jerga del pueblo.
Siempre
pedía poco
a
pesar de que alardeaba
de
conseguir cortar las rocas,
restañar
los cacharros, pulir fuentes de hierro
y
dar a los cuchillos costumbres de señores.
Entre
desolación y desencanto,
dejaba
sus deseos trasnochar en sus coplas
al
abrigo del vino,
o
los dormía al raso con la fragilidad
de
una emoción recluida.
A
veces olvidaba
cuáles
eran los vínculos
que
unían su presente al aroma de la felicidad,
dónde
estaban los nexos
que
le daban su fuerza,
o
cómo debía pintar su rostro
con
el color de las nostalgias
para
aislarse del frío.
Pero,
mientras mantuvo la cordura,
nunca
dejó de reírse de sí mismo.
(La intimidad del pardillo)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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