TRAVESURAS
DE MONAGUILLOS
Siempre
nos habíamos preguntado
qué
era lo que bebía el sacerdote
de
aquella forma tan solemne.
Una
tarde después de catequesis
buscamos
hasta dar con la botella
que
guardaba un licor dulce y aromático:
el
vino del prodigio del milagro y la vida.
Bebimos
a escondidas
como
pequeños ángeles
tocando
campanillas de altos vuelos.
Cuando
el cura notó la merma del licor,
advirtió
del pecado
y
nos lanzó a las llamas del infierno
con
terribles lanzas de culpas y reproches.
La
orquestación del miedo a la condena eterna
era
instrumento para controlar
nuestras
iniciativas y nuestras voluntades.
Tal
vez aún permanezcan las huellas que dejaron
aquellos
latigazos de furia conceptual
sobre
nuestras conciencias.
Hoy
andamos por la greda de las calles
con
perfiles de arañas inseguras,
eludiendo
el peso de las miradas,
los
espacios vacíos que dejan los errores,
la
neblina del caos que alimentan las dudas.
Y
no nos queda vino para poder salvarnos.
(La intimidad del pardillo)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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