CALLE VIENA
Hay
una calle en Mar de Pulpí
donde
la luz se duerme entre el aire.
Su
suelo de adoquines
con
los colores de la tierra
llega
desde los montes
del
litoral almeriense
y
se adentra hasta el mar
buscando
en sus contornos
el
horizonte azul
donde
todos los sueños
trastocan
la realidad
con
su gasa de luz
y
sus dedos de tinta.
Hay
una silueta detenida
al
extremo de la calle
que
parece flotar entre la sombra
de
un esbelto ciprés
y
la dorada luz del sol poniente.
El
hombre del poema
tiene
la sensación
de
que todos los adoquines
por
los que ha transitado
a
lo largo de su existencia,
confluyen
en la calle
cuyo
final se mimetiza
con
los colores del Mediterráneo.
Recuerda
aquellos años
de
inocencia absoluta
en
que no conocía nada
de
la vida y del mundo,
en
los que su ignorancia
le
mantenía al margen
del
dolor y de la realidad.
Rememora
cuando creía
que
el mundo terminaba tras los montes
que
ponían frontera a sus ojos.
Entonces
no sabía
que
al otro lado de esos montes
que
ahora tiene a su espalda,
había
un mirador hacia el origen
de
la historia del mundo,
una
ventana abierta hacia el pasado,
a
la cuna de la cultura
que
hoy alimenta sus pasiones.
Vienen
hasta su mente
las
terribles imágenes
de
todas las adversidades
que
ha afrontado con esfuerzo
para
vencer a la miseria,
al
dolor descarnado,
al
frío desconcierto
que
provoca la vida,
y
a las trampas que halló
en
su largo camino
hasta
llegar a ser un hombre nuevo.
Revive
los senderos divergentes
en
los que la existencia
le
obligó a decidir
por
dónde encaminar
el
peso de su sombra
y
sus anhelos de esperanza
hasta
un futuro donde pudiese ser él mismo.
Y
también llegan hasta su memoria
todas
las veces que deseó
poder
encontrar un lugar
donde
pudiese dar su versión de las cosas
sin
pedir nada a cambio,
donde
poder crear con libertad y con criterio,
un
lugar sin fronteras
desde
donde donar al mundo
una
brizna de belleza
con
el color de sus palabras.
Ahora
ve posible
poder
cumplir su sueño
desde
la calle Viena.
Contempla
el horizonte
que
tiene ante sus ojos
como
una inmensa alfombra
abierta
al final de la calle
donde
el cielo es la luz del agua
y
el agua un brillante reflejo
del
cosmos infinito
que
un día albergará
el
mensaje de sus palabras
y
su último aliento.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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