ALBORADA
Cuando
cantan los pájaros,
el
juego de la música,
que
a veces nos confiesa su delirio
por
la naturaleza,
irrumpe
en nuestra alcoba
para
quedarse con nosotros.
Sus
acordes despiertan los sentidos
para
que tomen el contacto
con
el jardín cercado de tus muslos.
Así,
sin más razones,
la
magia del deseo
nos
revela sus trucos más ocultos
y
el candor se evapora
tras
un biombo de nalgas.
Con
la aurora, se mojan mis manos en tu cuerpo.
Lo
hacen sin prisa,
sintiendo
la certeza de acariciar la planta
más
hermosa del mundo,
pero
con determinación,
antes
de que la luz se lleve su humedad
hasta
las fronteras del cielo,
del
mismo modo que le sucede al rocío.
El
amor reconoce
la
lumbre que ambos somos,
esa
geometría del abrazo
que
nos salva, con su resplandor,
de
la oscura maraña de la sombra.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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