LA
LEY DEL TIEMPO
Marco
Anneo Lucano ya lo dijo:
y hasta las ruinas
perecieron.
En
el siglo primero, el poeta de Córdoba
ya
supo que cualquier grandeza es efímera.
El
sobrino de Séneca
quiso
ser un poeta insigne
y
creo su gran mundo de palabras.
La
envidia de Nerón le condenó a muerte
y
dejó a su elección la forma de morir.
Su
obra fue destruida, igual que Roma.
El
destino del hombre
es
similar al de un imperio.
Las
civilizaciones poderosas
son
un perfil de sombra
en
la casa del cosmos,
una
línea que bifurca el tiempo
entre
una idea y otra.
Cuando
desaparecen, el olvido,
con
la tenacidad de un gris mohoso,
va
imponiendo su tumba a lo creado.
Su
verdad y sus ruinas
se
pierden en el cosmos infinito.
Igual
sucederá con nuestra vida
y
la de nuestra especie.
La
ley del tiempo todo lo devora.
Mientras
tanto nos queda ir aprendiendo
a
sentir nuestro paso humilde por el mundo
como
la única obra digna de ser grandeza.
(OTRA REALIDAD)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
No hay comentarios:
Publicar un comentario