BABILONIA
Al
escribir, la voz rima nenúfares
en
osadías zigzagueantes
con
el azar esquivo de nuestras sensaciones,
porque Babilonia no es
otra cosa
que un infinito juego
de azares,
nos
advertía Borges.
La
forma del concepto alza un viento de dudas
sobre
los campos de las imágenes
para
escribir el poema de las tardes lluviosas,
y
el silencio nos lleva a una encrucijada
en
la que falta luz para salir indemnes.
Aparecen
ideas sin medida
que
son impermeables a la métrica,
expresiones
verbales a disgusto con su espacio
que
luchan por servir a la memoria.
En
ese tiempo gris de confusión,
todo
se opone al ritmo del poema.
Pero
tras los primeros rasgos torpes
del
gesto de escribir ya no hay otra opción
que
la de terminar nuestro poema.
La
conciencia del ser y nuestras paradojas
siempre
están esforzándose
por
dar forma el texto
aunque
dependa de un juego de azares.
Las
palabras nos sirven
para
crear un mundo de ilusiones
iluminado
por la lámpara
que
humedece el aceite del misterio.
En
nuestra Babilonia caben todas las voces
de
la historia del hombre y sus silencios.
(OTRA REALIDAD)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (C)
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