LOS MATICES DE LA ARENA
La
tarde ya declina
y
las sombras ofrecen a la vista
los
matices de la arena
que
la luz escondía con su fuego.
El
aire lame las cicatrices
del
hombre que deja pasar el tiempo
en
la Playa de los Nardos
como
habitante de la costa
que
disfruta con el paisaje
de
ese relieve solitario
que
muestra el mar en noviembre.
Recuerda
los momentos
en
que pensaba que su vida
solo
era oscuridad, desasosiego
y
lucha por la subsistencia,
cuando
creía
que
toda la naturaleza
de
su entorno,
las
sombras de la noche
y
la fatalidad,
eran
sus enemigos.
No
se desmoronaba
e
intentaba compensar
las
terribles carencias
de
aquellas años
con
nuevas oportunidades
para
el deseo
que
fuesen mitad alegría
y
mitad esperanza.
No
había otro camino,
debía
dejar atrás,
envuelta
en la necesidad
del
olvido,
aquella
sombra de negra tristeza
que
cercenó su juventud
y
condicionó su existencia.
Ahora
se siente orgulloso
de
haber vencido a la oscuridad
y
a todos sus engendros.
Mira
de nuevo hacia la arena
y
observa los surcos
donde
la sombra se refugia
de
las caricias de la tarde
para
ir desapareciendo lentamente
entre
los brazos del olvido
y
la identidad de la noche.
Igual
que hará su sombra
cuando
llegue el momento.
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