PICHIRICHI
Siempre
que mira el espigón
de
roca oscura
que
separa las playas de Terreros,
imagina
los restos de un cetáceo
fosilizado
con el tiempo,
parece
una ballena
que
se quedó varada
a
las puertas del cielo.
Habita
en esa imagen
un
fiel amigo
de
la observación mágica
que
pretende adueñarse
de
las palabras vertidas
en
cubetas volátiles
que
afloran de la fantasía.
Pero,
también es el refugio
del
humilde artesano de los textos
que
reflejan, sin miedo,
esas
escoriaciones de la vida
arrojadas
del fondo de uno mismo
que
buscan la belleza
con
lealtad a la existencia.
No
solo es
quien
imagina una ballena
varada
en una roca
entre
la Mar Serena
y
las olas de Mar Rabiosa,
sino
también quien decidió
aprender
a mirar
dentro
de su interior
para
intentar decir cómo es su alma,
o
cómo se ve el mundo
que
le ha tocado en suerte
desde
su pequeña atalaya.
Por
eso, ahora,
piensa
en lo que sucede
al
otro lado del Mediterráneo
donde
rugen las ballenas de acero,
dibuja
una paloma
sobre
la arena
y
la echa a volar desde la roca
que
le mantiene erguido
frente
a todas las injusticias.
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(c) Mariano Valverde Ruiz
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