OBJETOS
DE LA CURIOSIDAD
Nos
besamos apasionadamente
junto
a la Casita del Pescador.
Mientras,
unos turistas
discutían
con saña
por
no sé qué mala conciencia
como
gigantes de platino
que
pierden su esplendor
en
el filo de las palabras.
Fue
un acto reflejo y momentáneo,
como
un instante de locura
que
te quema los labios,
que
anula toda lógica,
que
ciega la conciencia
y
no deja ver nada
más
allá de uno mismo
y
de la luz íntima que comparte.
Sin
pretenderlo, fuimos presas
de
la curiosidad de aquella gente,
objeto
de miradas silenciosas,
por
quienes, tal vez,
hacía
mucho tiempo
que
olvidaron las luces del amor
y
añoraban la entrega pasional
que
lucía junto a ellos.
Sin
embargo,
nunca
las cosas son como parecen,
tienen
otra dinámica
que
fluye al costado del cielo
como
una materia invisible
que
transporta el discurso
de
la realidad.
Ellos
no conocían
que,
en aquel preciso momento,
una
inquietud latente
por
el futuro del deseo
y
de nuestras vidas,
viajaba
por las arterias
de
nuestras almas
ajena
a sus propios infortunios.
Nos
atenazaban las dudas
y
en aquel beso estaba
toda
la materia del firmamento.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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