LA
SEÑORA DEL BOSQUE
Cuida
las tradiciones de los celtas,
la
cultura del pueblo
que
guarda las estrellas
entre
tierra, memoria y megalitos,
como
una Diosa Madre
de
las esencias de la vida,
y
lleva dentro de ella
el
ancestral espíritu del bosque.
El
druida la enseñó a comunicarse
con
la madre naturaleza,
a
encontrar en su mente
puntos
de conexión con lo insondable,
a
obtener de su entorno
remedios
para males y energía vital,
a
auxiliar a quien se lo pida
y
a usar sus dones con prudencia.
Guarda
con mucho celo
la
creatividad de su alma femenina,
los
secretos de plantas y animales,
los
misterios del fuego,
el
germen de la tierra,
la
voluntad del aire
y
el vientre del agua.
Convive
en armonía con esos elementos
siendo
parte de los misterios
que
definen sus formas y sus actos,
igual
que si fuese uno más de ellos,
como
raíz de mandrágora
que
crece hacia la luz del universo,
como
sierpe de enebro que se eleva
más
allá de los rizos de su tronco,
o
como un ave solitaria
que
encuentra en las setas
sus
propiedades para el vuelo.
Vive
alejada de los hombres
que
buscan su derrota
y
la aniquilación de su saber.
Sus
enemigos
no
son los que se asombran
con
lo que no comprenden
y
respetan su magia
como
luz bondadosa,
sino
aquellos mezquinos que no entienden
de
dónde viene su poder,
los
que buscan recursos
para
apropiarse del origen
de
todas las materias.
Ella
sabe que sin su género
no
hay vida,
y
su lucha trasciende
a
las imposturas del tiempo.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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