PELIGROS
Cada
cita que disfrutamos
es
una valiosa oportunidad
para
ganar al mundo su indulgencia
por
los riesgos de nuestra temeraria aventura.
Juntos
vamos gozando los secretos
que
compartimos, como una reliquia
de
las fuentes del tiempo, hasta saciarnos.
Lo
hacemos sin sentir miedo a apurar el alma
del
preciado elemento que da forma al amor.
Creemos
que el deseo es renovable
como
el color bermejo de la aurora.
Pero,
después del alba, sale el sol,
y
con su pincel invisible
pinta
de luz la oscuridad,
cambia
el color de todas las ideas
o
hiere las vivencias con dardos inquietantes.
Se
imponen las obligaciones,
las
normas cotidianas, los retos personales,
las
injerencias de otros nuevos trinos.
Nos
separan los ritmos de nuestros quehaceres
y
aparecen las dudas, los temores,
la
posibilidad de que el olvido
alimente
su cruel carcoma
con
la materia del deseo.
Corremos
el peligro de perdernos,
de
que se nos crucen por el camino
un
ladrón de emociones o una musa perversa
que
posean licencia del Parnaso
para
anular el próximo encuentro con la Luna
y
arrojarnos del cielo compartido.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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