El ritmo de tu sexo y su dinámica
obtuvo libertad de cátedra y de acción
dentro de los tejidos de mi piel.
Hubo agua en el lago de los besos.
Nuestras voces se dieron el lenguaje
del cuerpo: las palabras del instinto.
La música creó ecos de alegoría
con las ondas vitales del poema.
Pero el hilo inconcreto del futuro
se detuvo muy cerca del umbral de la nada.
O quizá no. Tan sólo es una pausa
para cambiar el fuego por semillas,
un punto necesario en nuestro tiempo
para hacer que la historia no concluya
donde nace la sombra,
justo en la última página
de la litografía del silencio.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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