EL PASEO DE UNA ESTRELLA
Faye ha abierto el paraguas tras notar
las primeras gotas de lluvia sobre su rostro. El suelo de la acera de Hollywood
Boulevard comienza a humedecerse y las estrellas de cinco puntas del Paseo de
la Fama se ven salpicadas por el líquido del cielo.
Se ajusta la chaquetilla de visón y a
cobijo del agua nota el tacto de la empuñadura del viejo paraguas. Recuerda que
lo compró en una pequeña tienda de Rapid City, su tierra natal. Casi puede
percibir los aromas de las montañas de Dakota del Sur, añora las esencias de su
infancia. Reconstruye aquellos decorados en su mente como si se tratase de los
escenarios del gran proyecto de la historia de su vida. ¿Si tuviese que
comenzar de nuevo?
La estampa del Monte Rushmore viene a su
cerebro como una visión instantánea y una lejana incógnita que llega a su
corazón con el mismo ritmo que las gotas de lluvia. Hace tantos años que frente
a las imágenes esculpidas de los cuatro grandes presidentes de la nación soñó
despierta, y se plateó que ella también quería ser famosa, que quería ver su
nombre inserto en el paisaje, expuesto ante los ojos de cualquiera. —Lo
conseguiré— Se prometió a sí misma. —Escaparé de este pueblo y del anonimato, y
escalaré hasta lo más alto. Quiero ser una gran estrella del cine.
Ya hace más de treinta años que aquellos
pensamientos marcaron su rumbo. Cuando llegó a Los Ángeles, recuerda haberse
quedado fascinada con las imágenes de Marilyn en grandes carteles. Tenía lo que
ella buscaba, pero entonces… ¿Por qué parecía esconder un tono de tristeza en
su mirada? Faye camina con pasos armónicos y estudiados por la acera, va
interpretando a otra mujer muy distinta de la que lleva dentro. Bajo la
urdimbre del paraguas, lo único que queda de aquella juventud gloriosa, es su elegancia.
La vida ha corrido por sus venas como el
veneno de una víbora. Durante los últimos años ha buscado el amor verdadero,
algo que siempre parecía un altísimo precio a pagar por la fama, el éxito y el
dinero; algo que tuvo que sacrificar en tantas ocasiones por su carrera
cinematográfica, pero que entonces no supo valorar suficientemente. Hoy se está
preguntado si realmente mereció la pena, si una vida anónima, tranquila y
sencilla junto a su primer novio, habrían hecho de Rapid City el universo que buscaba.
Faye comienza a confundir las gotas de
lluvia con la humedad que le ofrece una visión difusa de la calle. Ha llegado
hasta la altura de su estrella y se detiene para contemplarla. Su nombre y las
huellas de sus manos figuran en el suelo, inmortalizados como aquellos rostros
de Rushmore. Pero esas huellas que ve hoy, están solas, poseen la misma soledad
que las manos que se aferran al paraguas bajo la lluvia. El agua del cielo y la
que mana de sus ojos, mojan el suelo con la esencia del tiempo. Ahora conoce el
porqué de aquella mirada de Marilyn. Cada mañana, antes de salir a la calle, ve
en el espejo el precio de la fama. Y ya no puede cambiar el rumbo de su
estrella.
RELATOS BREVES
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Mariano Valverde Ruiz©
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