COMO ESPLIEGOS
Bajo
un sol de justicia, el viento de levante
nos
riza los cabellos con salitres antiguos
que
transportan en su materia
la
pasión ancestral del mar Mediterráneo.
Los
cristales de sal reflejan sobre el pelo
imágenes
de amor perdidas en las sombras
de
un tiempo ya diluido en la memoria,
besos
apasionados de mujeres y hombres
que
dejaron sus sangres y sus sueños
sobre
la tierra que ahora nos observa
con
la aridez del suelo luciendo cicatrices.
Mientras
vamos andando por veredas
que
peina el aire
y
trazan los caprichos de la lógica,
notamos
el abrazo de la naturaleza
y
el color metafísico
de
la vegetación.
Las
espigas de flores azuladas,
con
sus aromas penetrantes,
disipan
la melancolía
que
anida en nuestros corazones.
Los
espliegos recuerdan el ardor
con
el que los romanos y los cartagineses
vivieron
la pasión y la aventura
sobre
estas tierras de salinas,
matojos
y entramados de cañizos.
Sus
tallos van al cielo
buscando
un lugar para amarse,
igual
que nuestros ojos.
Encontramos
refugio
en
la soledad del terreno,
donde
nadie pueda observarnos,
donde
nada distraiga las caricias
que
conviven en nuestras manos
con
la necesidad de tomar cuerpo
en
la piel del amante.
Tumbados
entre los arbustos
que
crecen con la luz del Mar Menor,
somos
como el paisaje
de
una tierra hecha a nuestra imagen,
espliegos
que unen sus esencias
para
alcanzar el cielo perseguido.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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