No
saber casi nada es jugar a inventar
que
todo es tan perfecto como quieres.
Cuando
adviertes las cosas y sus flecos,
la
verdadera esencia de lo desconocido,
conoces
el valor de la realidad.
La
ignorancia reporta otros significados
que
desde el interior se transforman en cuentos
para
aliviar los sacrificios
del
ignorante,
la
conciencia del ser que no conoce.
El
mundo imaginario surge de la pureza
de
la edad inocente,
va
recorriendo sin desánimo
una
senda hacia otras latitudes:
los
juegos marginales de la imaginación.
La
materia de todo lo ignoto
es
como una granada
cubierta
de cortezas y con frutos ocultos.
Cuando
la desentrañas,
te
sorprende el dulzor
de
los diamantes rojos de su pulpa;
después,
te amarga los sentidos
el
sabor de los huesos que la forman.
Y
eso me sucedió
al
pensar que todos los hombres
eran
bondadosos por norma.
Mi
ignorancia creía en la bondad
como
forma de vida.
Hoy,
ni siquiera sé
si
he llegado a ser un hombre bueno.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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