LA
CONVICCIÓN DE ESQUILO
Suenan
los ecos de las voces
que
tras el escenario
llaman
a los actores a escena en Siracusa.
En
el viejo teatro
se
escuchan los gemidos de la farsa
que
da sentido al género del hombre
y
a su presencia en el planeta.
Detrás
de la tramoya, una voz llama al tiempo
para
que reconcilie sus demonios
con
el ángel que guarda la conciencia
y
el silencio del público.
Los
personajes cobran vida,
sus
máscaras llevan tintes de veneno
para
pintar las almas de quienes les escuchan
con
el color rebelde del sarcasmo.
Cerca
del escenario, Esquilo mira al cielo,
quiere
que le perdonen los dioses del Olimpo
si
no consigue influir en las conciencias
de
todos los esclavos del tirano.
Comienza
la obra. Habla de su suerte
desde
su perspectiva y su talento
para
versar las dudas del futuro.
Observa
las miradas de los griegos,
intuye
que no creen lo que dice.
Alguien
le increpa desde los graderíos,
se
mofa del poeta y de sus chanzas.
El
escarnio se aloja en sus tímpanos
como
una tarántula asesina
que
llena sus palabras con la voz del vacío.
No
se rinde al desánimo.
Quizá
no se comprenda la dimensión de su arte,
pero
tiene la oculta convicción
de
que a lo largo de los siglos
las
voces de los poetas regresarán al escenario
para
llenar de luz las sombras de la vida.
(OTRA REALIDAD)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
No hay comentarios:
Publicar un comentario