martes, 3 de septiembre de 2019

NÁUFRAGOS DE LA NOCHE



NÁUFRAGOS DE LA NOCHE


Recuerdo que bailábamos a oscuras
una canción de Moustaki
entre los restos de ánforas fenicias
que salpicaban la arena
del barro de los siglos.

Estábamos borrachos de un verano
suicida y malandrín
que nos había abandonado al borde
de una playa ibicenca.

Éramos náufragos
entre las aguas de la noche,
siluetas compatibles
con las gafas de Lennon,
prófugos del trabajo
esperando a que las estrellas
recogiesen nuestra locura
con sus dulces destellos.

Tumbamos nuestros cuerpos en la arena
sin conciencia de lo que hacíamos,
como algas de un mar hippie
que se posan en mantos de hierba
mirando a las estrellas más distantes
para alcanzar otros planetas
e imaginar sus noches.

Las manos frecuentaron las galaxias
al extremo de nuestros dedos,
la magia del contacto milagroso
con las frutas de los astros,
las pieles de manzana
y las sábanas de rocío
que recubrían nuestra singladura.
Dibujaron en el aire
las imágenes de otros que estuviesen haciendo
burbujas con el tiempo
desde un remoto planeta.

Todo era nuevo
y extrañamente conocido.
Nada tenía nombre
ni nos importaba su origen.
Tan solo disfrutábamos
del hecho de estar vivos.

Nadamos por las nubes
hasta que el alba nos durmió.
Después,
el tiempo se alejó sin decir nada,
como nota de música
que se pierde en el aire
sin retorno posible.

Sin embargo,
algo quedó debajo de las pieles,
una esencia de la locura
que nos hizo ser más conscientes
de nuestra propia vida
y de lo complicado que es poder razonarla.


(SECRETOS DE AMANTES)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)

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